viernes, 30 de enero de 2015

SI...Rudyard Kipling



Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando los que te rodean
la han perdido y te culpan a ti.

Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también aceptar que tengan dudas.

Si puedes esperar y no cansarte de la espera; o si, siendo engañado, no respondes con engaños, o si, siendo odiado, no dejas lugar al odio.

Y aún así no te las das de bueno ni de sabio.


Si puedes soñar sin que los sueños te dominen; si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo.
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre, y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho, tergiversada por villanos para engañar a los necios. O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida, y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.


Si puedes apilar todas tus ganancias y arriesgarlas a una sola jugada; y perder, y empezar de nuevo desde el principio y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones, a cumplir con su deber mucho después de que estén agotados, y así resistir cuando ya no te queda nada excepto la Voluntad, que les dice: "¡Resistid!".


Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud, o caminar junto a Reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte. Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado. Si puedes llenar el implacable minuto, con sesenta segundos de diligente labor:


Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más: ¡serás un Hombre, hijo mío!


«Si...» (originalmente "If—") es un poema escrito en 1896 por el autor inglés Rudyard Kipling.


domingo, 11 de enero de 2015

PERDONADO

"Después lo pienso mejor, te perdono, lo comprendo...y se me quitan las ganas de matarte con mis propias manos."

Isabel Salas

RENGLÓN DERECHO. AÑO 386


Niños, la ira furiosa es la expresión más genuina de la bondad. El hecho de que un malvado se exprese con ira no debe hacer que la descartemos  como si fuese una herramienta perversa, así como no dejaremos de apreciar los helados apenas porque un asesino los coma también. Los helados no son malos a pesar de ser comidos por personas malas.

Por otro lado es bueno recordar que la perversidad de alguien no lo convierte en legítimo dueño de nada, por tanto nadie es el dueño de la ira. Jamás. No debemos admitir nunca que nos vuelvan a robar  la furia ni nada que nos pertenezca.

Hubo una época, no muy lejana en que nos lo habían robado todo, nuestra dignidad de hombres, la paz, el agua, nuestro derecho a vivir con las necesidades cubiertas, el equilibrio emocional... la alegría. A los niños como vosotros se les enseñaba que los pacíficos heredarían la Tierra y sacar a un manso indiferente de su inercia respetuosa a todo lo que estaba establecido, era  tarea casi imposible. Los buenos se habían convertido en esculturas sin reacción. Alienados hasta el  extremo de poder  ver imágenes de guerras y masacres a través de sus aparatos de reproducción de video mientras almorzaban en familia. Las escenas de  matanzas eran seguidas por otras en las que un cocinero preparaba un plato en pocos minutos o  donde se comentaban detalles  referentes a las actividades sexuales de algún personaje popular. La solidaridad, el respeto al dolor, el respeto a la vida, a la intimidad, eran conceptos vacíos.

Tal vez os cueste creerlo, pero esos valores, de los que hoy disfrutamos y sus manifestaciones prácticas en la vida diaria, habían desaparecido casi por completo. La humanidad vivía infeliz y aplastada por una minoría sin escrúpulos que acaparaba los recursos del planeta. Ellos controlaban los alimentos y su producción, ellos controlaban los trasportes, el consumo, la política, la salud y la educación. Todo.


Todo les pertenecía y aunque la mayoría sufría no tomaba ninguna actitud para acabar con aquella situación porque era impensable levantar el puño, o levantar la voz contra el poder. Las personas aprendían a respetar la autoridad, a temerla, y a aceptar la realidad porque durante milenios se les enseñó que esta vida en la Tierra era un tránsito más o menos doloroso entre el nacimiento y la muerte, y que la verdadera vida, la eterna, estaba más allá de ésta.

Os puede parecer absurdo, pero así era. Desde que el hombre primitivo aprendió a distinguir los sentimientos de amor o de nostalgia, se le hizo difícil separarse de los muertos y poco a poco se fueron complicando los rituales de enterramiento al mismo tiempo que se creaba la fantasía del futuro reencuentro. El deseo de volver a ver a los seres queridos unido al miedo que les ocasionaban los fenómenos naturales, fueron la base para la creación de un mundo paralelo donde se continuaba la vida después de ésta y donde los seres fantásticos que dominaban la lluvia el fuego, el dolor, la suerte, el sexo de los bebés, las inundaciones o la enfermedad, dominaban también la vida de los muertos.

Hubo miles de variantes de esa idea. Se inventaron fórmulas y trucos para agradar a aquellos seres y obtener así su clemencia. Se les consagraban los campos y los partos. En ciertos lugares se mataban personas o animales,  sacrificados para agradarlos y garantizar así su benevolencia. En algunas culturas eran muchos, en otras era sólo un Ser Supremo, pero siempre, desde el inicio de los tiempos, hubo una casta de innobles sacerdotes que gestionaban la relación de las personas con los seres fantásticos. Esos sacerdotes se unieron a los poderosos de la Tierra en una alianza perpetua y perfecta.

Desde sus púlpitos de control de masas explicaban que era voluntad divina que tal o cual familia  dominase a las otras, pues nada ocurría en la Tierra que no estuviese permitido por los poderes divinos. A lo largo de la historia fueron creando variantes del mismo argumento, con eslóganes muy eficaces, como por ejemplo que los mansos heredarían la Tierra, dando a entender que la vida verdadera sería de los mansos y los malvados que explotaban y controlaban cruelmente a los infelices serían castigados en la  otra vida siendo obligados a sufrir torturas eternas por los abusos cometidos.

Sé que os entra risa niños, pero así era.


Prosigamos. Esta situación continuó por miles de años. Masas cada vez más sumisas que asumían voluntariamente el papel de ovejas pastoreadas. No importaba que los lideres viviesen en la opulencia mientras predicaban la pobreza, o predicasen la castidad mientras violaban niños. La mente humana aceptaba cualquier disparate porque el entrenamiento había sido muy eficaz. A algunos se les prometía sentarse a la derecha del ser supremo por toda la eternidad a otros se les prometía que dispondrían de un numero determinado de mujeres vírgenes con las que podrían fornicar alegremente en la otra vida y así podríamos estar viendo ejemplos que os harían reír hasta las lágrimas.

Y fue precisamente la risa de los primeros seres humanos que comprendieron el absurdo de todo aquel sistema sustentado por ridículos dogmas, el detonante involuntario de los primeros pasos hacia la libertad. Artistas, humoristas, escritores, cantantes, científicos, poetas o dibujantes, cada uno a su manera, cada uno en su momento y cada uno con sus propias herramientas buscaron ridiculizar todas esas creencias absurdas para alertar a los demás.

Muchos murieron.
Muchos.


Apedreados, quemados vivos, descuartizados, despellejados o tiroteados por esos poderes inmorales que se autoproclamaban la voz incontestable de los dioses.Terrible niños, tremendo esto que estamos aprendiendo hoy, lo sé. Comprendo vuestras lágrimas y vuestra indignación.

Como os dije, muchos murieron a manos de esos canallas pero dejaron su obra que poco a poco fue rasgando el velo de la ceguera y otros  empezaron a cuestionar el porqué de todas aquellas barbaridades. Se les contestó entonces que aunque no podían entender las razones de la divinidad todo tenía una razón, pues ella escribe recto con renglones torcidos. Es decir, todas las aparentes injusticias obedecían a un plan mayor divinamente elaborado  y los supuestos disparates y contradicciones eran en verdad los renglones torcidos que en realidad conformaban una obra recta.

Esto superó la capacidad de aguante de muchos y  comenzaron a alzarse voces críticas que se unieron a las risas de los primeros esclarecidos. Hombres que demandaban su derecho a escribir su propio destino sin ser instrumento doblado de un ser incapaz. Personas que aspiraban a ser renglones derechos escritos por ellos mismos según sus propias capacidades y habilidades sin aceptar conformarse  con ser caligrafiados  por seres mitológicos torpes y estúpidamente crueles.

Hoy, en las escuelas se nos enseña a ser dueños de nuestro destino. Aspiramos a ser Renglones Derechos y no ovejas. Personas libres y responsables que demandan las enseñanzas que les permitan autorregirse con sabiduría y bondad construyendo su propia felicidad. Aprendemos que un corazón bueno jamás podrá permanecer indiferente e impasible ante las atrocidades cometidas con él mismo o con otros.


Por eso entiendo vuestros ojos llenos de lágrimas al estudiar estos temas tan complicados de comprender desde nuestra óptica actual. Hoy entendemos que ante la injusticia, el diálogo educado debe ser  la primera bala. Diálogo, argumentación o debate, son las primeras armas de la razón, pero cuando no funcionan hay otras maneras de arreglar las cosas, excluyendo las súplicas a seres fantásticos e incluyendo los gritos, la furia y las acciones que sean necesarias.

Aprendemos pues que  cuando la injusticia no te duele y tu corazón no grita enfurecido dispuesto a luchar contra ella es que estás enfermo, dormido o aceptas ser parte del texto inerte escrito por los renglones torcidos de los dioses bipolares. Renglones ya hace tiempo eliminados de las páginas de nuestras vidas con mucho esfuerzo pero que como ecos del pasado, a veces se dibujan en algunas mentes.

Ahora todos aprendemos a escribirnos.

Somos, o aspiramos a ser, Renglones Derechos, escritos por nuestras propias manos, y en la escuela aprendemos caligrafía, ortografía y gramática para hacerlo lo mejor posible.

Escribir y escribirnos. Libres y dignos. Amorosos y furiosos según los estímulos externos y actuando en consecuencia con la responsabilidad de personas valientes y no acatando injusticias como mansas ovejas.

Niños la clase ha terminado.
Podéis preparar los instrumentos para recibir al profesor de música.

Hasta mañana.

Isabel Salas

sábado, 3 de enero de 2015

AMOR EMBOTELLADO

Él estaba de pie, a pocos metros de la salida por la que iban apareciendo  los recién llegados.  Unos, cansados del viaje, ojerosos, tristes...otros alegres, con expresiones que se iluminaban más aún al reconocer entre los que aguardaban, el rostro del ser amado. 

Fue  testigo de muchos reencuentros mientras aguarda la llegada de Laura. Abrazos tímidos en un primer instante de desconcierto, que se volvían intensos conforme los segundos pasaban y se convertían en lazos de regalo. Segundos que una vez convertidos en rasos de colores, anudaban a los protagonistas como ramitos de flores. 

Era bonito quedarse allí mirando como se transformaban ante sus ojos los rostros  de los afortunados para los que la espera había finalizado. Cada nuevo espectáculo que se desarrollaba delante de sus ojos él lo usaba como unidad de medir tiempo en la  cuenta regresiva  que computaba los instantes hasta poder estrechar a su amor en sus brazos.

Laura.

¿Sabría ella reconocerlo? Sentía que el instante se acercaba, presentía su llegada inminente y con cierta precipitación quiso leer por última vez la carta tantos años releída . Se la sabía de memoria, pero aún así, adoraba hacerlo, deslizar sus ojos por cada letrita, siguiendo el trazo firme de aquellas palabras diseñadas por ella y escritas para él, tantos años atrás.

Había pasado tanto tiempo desde la despedida redactada entre lágrimas, que su mayor miedo, ahora que el momento se acercaba, era que ella simplemente ya lo hubiese olvidado todo. Un todo  tan todo, que lo incluía todo, un olvido absoluto donde se hubieran perdido  los recuerdos de la cita marcada por ella, los deseos de verse, los años de añoranza, y él.

Como siempre, la magia del mensaje hallado en la botella, tuvo el poder de serenarlo al segundo renglón, y como siempre, llenarlo de esperanzas valientes que barrieron el miedo al rincón de lo inútil. El recuerdo del ruido de las aguas rizándose en la orilla se hizo, como tantas veces, la banda sonora que acompañaba la despedida de ella.


"Amor, te he esperado desde que nací.

Los días van pasando, los años se derraman y aunque siento tu presencia , no consigo encontrarte. Sé que me buscas como yo a ti, pero aunque nos encontramos en nuestros sueños, no conseguimos ubicarnos cuando despertamos.

Algo ha fallado.

Hoy la vida me lleva muy lejos. A miles de kilómetros. Al otro lado del océano, y algo me dice que allí las posibilidades de encontrate son aún menores. He retardado mi partida todo lo posible, pero ahora no me quedan más recursos para demorar el momento y debo partir.

Intento conformarme con este desencuentro que nos mantiene alejados y trataré de estar  bien. Pretendo ser lo más feliz posible sin ti, así como deseo que a pesar del dolor de estar lejos, tú   también  sonrías y vivas una vida plena en compañía de otros.

Te echaré de menos cada día, sentiré tu falta cada noche y sabré que en algún  lugar estarás sufriendo como yo, pero luchando por estar bien. Esa lucha tenaz con que las maderitas rotas que caen de algún lugar, surfean sin surfista en las olas de esta playa. En estas arenas, donde tanto te he esperado, nos terminamos haciendo amigas.  Ellas, con sus piruetas han entretenido la espera que hoy termina y están todas aquí, mirando como escribo con las lágrimas de punta.

Lágrimas de mis ojos de mujer. Ellas, no tienen ojos para poder llorar, sólo pueden mirar como lloro yo al despedirme , de ellas y de ti.

Cuídate como yo te cuidaría.

A cambio te prometo que haré lo mismo. Cuidaré lo que es tuyo, que soy yo. Evitaré los peligros e imaginaré que me acompañas en cada paso, que me puedes ver por un agujerito y ese pensamiento me inspirará para no asustarte al ver como descuido lo que te pertenece.

Escribo esta carta por dos motivos, en primer lugar  para que cuando la encuentres no te desesperes pensando que es un adiós para siempre y en segundo lugar para proponerte un trato. El primero en morir, que espere al otro después de pasar el túnel. 

Debe haber algún lugar para sentarse y el que llegue antes podrá esperar tranquilamente la hora del encuentro. Sin irse muy lejos de la salida para no perdernos de nuevo. Mirando siempre de reojo la puerta por donde el otro llegará.

Puedo vivir esta vida sin ti y ser feliz, amor, al fin y al cabo son sólo unos cuantos años, pero no  podría vivir la vida eterna  sin tenerte a mi lado. No consigo imaginar como sería soñarte para siempre sin encontrarte.

Aunque desde pequeña me dicen que no existes y que eres un delirio que mi mente inventó, yo sé que no es verdad. Sé que en verdad me amas. Sé que hallarás mi carta y sabrás quien soy yo. La mujer que en tus sueños te dice que te quiere. A la que  escuchas, como te escucho yo. 

No importa lo que digan los psicólogos. Ellos no viven dentro de mi cabeza y no comprenden nada.

Nunca he tenido miedo de estar loca,  sólo de no encontrarte y sobre todo de que algo falle también al otro lado, y nos perdamos,  esa vez sí, para siempre.

Menos mal que he tenido esta idea tan buena y ahora estoy tranquila. Me voy sabiendo que leerás mi carta y sabrás ser feliz. He tapado muy bien la botella, para que no se moje. siguiendo las instrucciones del manual pirata que yo misma inventé para este fin.

Espero que te guste y te de paz.
Deseo que al abrirla, sientas el beso que con ella guardé.
Nos vemos pronto amor.
Te quiero.
Cuídate infinito.
Laura"

Manuel llegó al final de las palabras tantas veces leídas y levantó los ojos. Caminó hacia la puerta con el papel en una mano y la botella en la otra, recordando los pasos que lo habían llevado aquel día hasta el mar, donde estaba la carta, pero esta vez sereno.

Recordó aquella tarde cuando borracho,  buscando alejarse de la gente, se adentró en la playa como en otras ocasiones, hastiado de todo. Él era la oveja negra, el eslabón  roto de la cadena que no supo aguantar con fuerza  y se quebró. Abierto, herido, perdido en sus delirios de borracho desde los  veinte años, soñando con la niña que se hacía mujer y lo llamaba desesperadamente desde el fondo de todas las botellas que se fue bebiendo a partir del momento en que el vicio se adueñó de él.

Al beber la veía y sereno la buscaba. Angustiado y solo, volvía a beber hasta la inconsciencia feliz , dónde  se abrazaban él y su amor.

Su Laura.

La carta fue encontrada porque desde lejos, caminando sin rumbo por la orilla, vio la botella revolcada en las olas y no quiso dejar pasar  la oportunidad de beberse el resto de miseria que pudiera quedar...si es que quedaba.

Le llamó la atención al acercarse, la cantidad de maderitas rotas que la escoltaban. Parecían esos pececitos que  viven con las ballenas, pero al contrario de ellos, que van con su ballena dónde ella los lleva, estas maderas parecian empujar la botella hacia la orilla. La última ola la dejó a sus pies y él se agachó a cogerla. Mirándola al trasluz descubrió la cartita y curioso la abrió para leerla sintiendo el corazón acelerado.

No la leyó una vez, la leyó muchas.

Todas las veces que necesitó para sanar su alma de borracho enamorado y entonces, empezó a llorar. Unas lágrimas grandes, saladas como todas, pero esta vez distintas a las que siempre había llorado. Eran  lágrimas que vibraban de alegría con el consuelo inesperado que las palabras de Laura le brindaron.

El corazón cansado, no aguantó tanta emoción y allí mismo paró. Nunca se encontró un muerto más contento que ese. Tan sonriente.
Tan Ofelia. Flotando alegre entre las maderitas surfistas que más nunca parecían bailar, alrededor del muerto que agarraba una botella vacía.

Y hoy, por fin, después de tantos años,  Laura aparecería por el tunel aquel que juntaba las vidas. 

Cuando ella salió a la luz, detuvo sus pasos  buscando  deslumbrada entre los rostros que aguardaban. No lo dudó un instante, sus ojos lo encontraron y lo paralizaron, Ella tuvo más fuerza que él, más decisión y salió corriendo en su dirección. Manuel abrió los brazos, soltando la botella y el papel, dejó libres sus manos para por fin tocarla.

Laura se refugió en su pecho y se entregó al abrazo sin fin, que por fin, comenzaba.

Los segundos eternos, encargados de entrelazar amantes como flores, hicieron un gran trabajo. Quedó un lacito lindo, perfumado con madera de mar de esa que flota, mecida desde quién sabe dónde, hasta las playas.

Y Laura sonriente, parlanchina como siempre, coqueta, juguetona, simplemente le dijo:

- Gracias amor. Gracias por esperarme.

Isabel Salas

Mis libros están en Amazon, los encuentras en este enlace: