miércoles, 30 de septiembre de 2015

RESEÑA DE LECTOR (ESPAÑA)






Hacer una reseña sobre "El canario y la máquina de coser" para mi es contar una historia, la historia de como viví la experiencia de cómo se hizo, de cuando conocí a la autora y me quedé enganchado a sus relatos que fue publicando en un grupo que recién creé.


Me maravilló su lenguaje sencillo y la facilidad de transmitir sentimientos. Cada día aparecía un relato nuevo y era tan bueno o mejor que el anterior.


Había de todo poesía, cuentos cortos, relatos de acción, con algo de erotismo, reivindicativos, con suspense, historias personales en las que se desnuda ante el lector y se muestra como realmente es.
Valiente como poc@s.

Un día Isabel me dijo que pensaba en hacer un libro con algunos de sus relatos, me preguntó que qué me parecía... No recuerdo la respuesta exacta, lo que sí recuerdo es que la animé a hacerlo.
Realmente es un libro fantástico.
Gracias Isabel por ser como eres 
Emoticono heart

NO LO MERECES


Una de sus frases favoritas, al insultar a su mujer, era decirle, antes o después, en algún momento de la discusión, que si él quisiera, podría ser el mejor el marido del mundo. La carita de desconsuelo de ella al escuchar esa frase maldita, le producía una erección. A veces hasta la repetía casi enseguida para regodearse bien. Usaba la versión extendida, ampliada, mejorada:

- Yo podría ser el mejor marido del mundo, sé como ser lo que siempre soñaste... pero no lo mereces. No quiero, no vales la pena. Por otra mujer me esforzaría, por ti no.

Era mortal.

Mejor que llamarla vaca, gorda, puta o imbecil. Él veía como las palabras atravesaban el aire para clavarse, una a una, en ella, y aunque el efecto nunca fue tan espectacular como la primera vez, a los pocos meses de casados, siempre era impactante. La primera parte de la frase despertaba la esperanza en aquella zorra loca, aquel "podría", era la puerta del país de las maravillas que él podría abrir si lo desease, tenía la llave, podría hacerlo, pero ... no quería, y no lo hacía porque le faltasen ganas o fuerza, sino porque ella no merecía el esfuerzo.

Era perfecto, y la anormal siempre lloraba, siempre se derrumbaba y a veces, la gilipollas,  hasta preguntaba porqué. Observaba como ella se culpaba por no ser digna de su esfuerzo y esto lo dejaba muy satisfecho. Él se consideraba a sí mismo muy inteligente, usaba a menudo la ironía para ridiculizarla y siempre estaba poniendo en duda su buen juicio, insinuándole que no recordaba bien los acontecimientos del pasado o haciéndola pensar que no tenía capacidad para entender las cosas o tomar las decisiones correctas sobre ningún asunto, pero ninguna ofensa o ningún insulto tenía sobre ella el mismo poder devastador de aquel simple "podría".

La humillación constante, lo dejaba feliz.

Observar su tristeza, lo hacía sentir bien. Disfrutaba el poder absoluto que le daba sentirse el gran castigador de putas sin fronteras y la derrota cotidiana de ella lo  hacía sonreír.

No escatimaba esfuerzos en realizar cualquier cosa que pudiera molestarla, maltratar al perro, asustar a los niños, golpear objetos, dar portazos, abrir el grifo de la cocina al máximo para que el agua salpicase  hasta el suelo y exigir que se secase al instante antes de que alguien resbalase, o escribir en el suelo del patio con su chorro de orina. 

Eso la dejaba loca.

Él meaba de noche cuando estaba borracho y ella lo olía de día cuando el sol calentaba las piedras.

Nunca dijo nada, nunca lo comentó, jamás se lo reprochó, simplemente cogía la botella de lejía, el detergente, la manguera y la escoba y salía al patio a restregar aquellas piedras con toda la furia del mundo. La que no usaba para plantarle cara ni para devolverle los insultos ni los golpes. Una furia rítmica, cadenciosa, con sonido de arañazo en la piedra, de lágrimas, del asco con que ella limpiaba aquella porquería porque los niños usaban aquel espacio para jugar y ella no quería que oliese mal.

El sonido del odio.

A veces él se dejaba embalar por el compás de ella y se  masturbaba escuchando como el cepillo desollaba las piedras meadas. 

Nunca imaginó que ella lo sabía, lo descubrió un día al entrar en la casa a cambiarse las chanclas. Al pasar cerca de él notó el olor del semen pero no le pasó por la cabeza decirle nada, hacía tiempo que él había dejado de sorprenderla y de importarle.

Aquel día ella terminó de limpiar las piedras con la misma rabia de siempre pero con un nuevo sentimiento recién nacido que la hizo decir muy bajito y por primera vez una frase que a partir de aquel día sería su mantra.

- Tal vez un día te arrepientas de todo esto. Tal vez un día me pidas perdón o desees que yo te perdone aunque no tengas huevos de pedirlo. Tal vez un día yo podría perdonarte, pero no querré. 

No lo haré porque no lo mereces.

Isabel Salas


Mis libros están todos en Amazon

CLIK AQUÍ PARA CONOCER LA PÁGINA EN AMAZON





lunes, 21 de septiembre de 2015

LA RAZÓN



Y lo peor es que tener la razón, muchas veces no sirve de nada, a veces me siento como ese ciclista que muere atropellado porque el coche se saltó el Stop, muere cubierto de razón, el error es del auto, pero quien muere es él.


jueves, 10 de septiembre de 2015

EMPEZAR A SENTIR



"Cuando por fin conseguimos ser perfectamente racionales, conquistamos dolorosamente el derecho a abandonar el acto de razonar y podemos empezar a sentir, sin culpas ni miedos."
Isabel Salas

miércoles, 9 de septiembre de 2015

FEDERICO PERIS ALARCÓN


Se llevan a los hijos, a las hijas, a las nueras, a los yernos. Hasta los nietos se  llevan dentro de las barrigas. Algunas veces no tienen ni la decencia de devolver los niños a sus familias después de nacidos. Matan a las madres recién paridas y se quedan con los bebés.

Así.
Como el que se queda con un gatito que se encuentra en la calle y se lo lleva para que jueguen sus niños sin pensar en el desespero de la gata cuando vuelva y no vea su cría. Se reparten a los niños como quien reparte caramelos.

Se necesita ser  hijo de puta
No creo que baste ser mala persona, hay que tener un grado más de perversidad que por suerte escasea en las personas comunes. Este tipo de gente tan perra no prolifera fuera de su hábitat. Les pasa como al virus de ébola o del sida. Necesitan condiciones especificas de temperatura , humedad, corrupción y presión para vivir y jodernos y cuando éstas se dan, te llenas de manchas de sida y tus defensas se van al carajo  o te sale la sangre por los ojos y por otros agujeros hasta que te mueres en un charco rojo...o te  matan en una cárcel política para quedarse con tu hijo.

Depende del virus que te toque.

A mi familia le tocó el de llevarse a tu hijo y no devolverlo más

Hace muchos años, en 1936, un muchacho  llamado Federico, hermano mayor de mi abuela Mari Tere que entonces era una chica de veinte años recién cumplidos, salió de casa para participar de una manifestación en Madrid. 
Faltaban pocos días para empezar la guerra civil en España y nunca más volvió. No sé  contra qué protestaba, ni sé quien lo mató, cuantas horas tardaron o si fue muerte rápida o lenta después de horas de tortura, para que confesase alguna cosa.
No sé ni siquiera para quién fue su último pensamiento, si es que tuvo tiempo de pensar, nada.

Sé, sin embargo,  que mi bisabuela Anita pasó años esperándolo, sé que cuando yo tenía doce años , una tarde pasé corriendo por su lado y me paré en seco al verla llorar. Ella dejaba correr de vez en cuando unas lágrimas mansitas como hacen los viejos , pero verla llorar así desesperada con chorros de mocos y lágrimas eso era algo que yo nunca había visto y me asusté. 

Pensé que tal vez se hubiera pillado un dedo con algo, incluso el abanico podía herirla porque tenía el pellejito tan fino que sólo agarrarla fuerte para ayudarla a incorporarse le podía dejar una mancha en la piel.

Me acerqué a ver que le pasaba, y le quité con cuidado el pañuelo de las manos para limpiarle yo las lágrimas sin saber muy bien como abordar el asunto del motivo del llanto. Ella estaba senil y había días que creía  que mi abuela era su abuela o que yo era una aprendiz de costurera del taller donde ella cosió de joven. Días en que se enfadaba con el acento andaluz de sus genes trasplantados desde Madrid a Málaga y se pasaba el  rato exigiendo que pronunciásemos las eses como los  madrileños y otros en que cantaba la Zarzamora con cara de pilluela sin saber en que planeta estaba.

Pero ese día, cruelmente, el Dios de la senilidad le dio total lucidez. Sabía quien era, que edad tenía, quién era yo, nuestro parentesco y en que año estábamos.
Ella lloraba desesperada por su hijo desaparecido. 

Cuarenta y tres años después de haberlo visto por ultima vez, aún lloraba sin consuelo preguntando entre mocos qué le habrían podido hacer, dónde estaba o quién lo mató, y yo, que no tenía respuesta a ninguna de aquellas preguntas, tal vez por ser tan joven, por no saber como consolarla o por contagio me puse a llorar con ella.

Por Federico.

Aquel pariente lejano al que aprendí a querer, atravesando el tiempo y el espacio, gracias a los llantos de su madre y al que siempre recuerdo cuando veo a otras mujeres llorando por  sus hijos desaparecidos. Es su nombre el que digo bajito cuando veo labios rezando en vigilias por la paz o clamando justicia.

Lo digo en nombre de su madre, de la mía, de mi abuela, en el mío propio propio y en el de mis hijas, que un día tendrán hijos. Lo digo conjurando el peligro para que otro día, cuando el virus  ataque, sepa que en mi familia ya pagamos la deuda con las infecciones que juegan al conejo de mago con los hijos de la gente y se los llevan.
... y a los yernos, a las nueras, hasta los nietos se llevan dentro de las barrigas.

Se necesita ser  hijo de puta.

Isabel Salas

viernes, 4 de septiembre de 2015

EL NIÑO SIRIO


El niño sirio,
 sin querer, 
siendo tan chiquito,
ha entrado en la historia
por la puerta cruel del dolor maldito.

Ha entrado flotando,
muriendo y llorando,
sin que tú,
ni nada ni nadie
oyese su grito.

Su foto recorre las redes,
las televisiones
y los corazones.

Sin rostro y sin sonrisa,
despacito, 
mecido por olas de agua
sin prisa, 
sin vela de deseo,
desde su foto viral
muestra el lado feo,
del crimen sin castigo
al mundo inmoral.

En nombre de tu madre, 
muerta contigo,
yo te pido perdón
 y te bendigo.

Isabel Salas


martes, 1 de septiembre de 2015

CON DOS COMILLAS

"Para que empezar de cero si puedo empezar de menos tres mil y ponerle comillas".
Isabel Salas