sábado, 31 de octubre de 2015

EL SANTO AL CIELO



Algunas veces me paro y miro hacia adentro. Me pasa de pronto y desde siempre, sin previo aviso, a traición ... a mansalva, a silencios.
Mi abuela Mari Tere, a quien yo llamaba de mamabuela me miraba así embobada y me decía que se me iba el santo al cielo. Aquello sonaba tan trágico y tan definitivo como puede sonar la idea de un santo volando al cielo en una mente infantil llena de imágenes absurdas como era la mía. Yo imaginaba una estatuilla de San Pancracio rodeada de ramitos de perejil elevándose al cielo para siempre, como la felicidad de comer perdices de las princesas, tan definitiva e intangible.

Mi santo, dependiendo de los días, subía disparado cual cohete espacial o con la majestuosidad de un río que se pusiera de pie, pues siempre he sido muy dada a mezclarlo todo de una manera caótica en mi corazón y en mis pensamientos, santos de carnicería con poemas sobre cipreses, deseos y realidades, besos dados o no, risas y boquitas de hijas mamando con aquel zapato tan bonito que no había de mi número pero que hubiera quedado perfecto  con el vestido azul que tanto le gustaba a mi cuarto amor.

Hasta hoy el santo se me va al cielo de vez en cuando, por el poder de mis pensamientos juguetones y como siempre lo mando al exhilio "por los siglos de los siglos", desterrado como los hijos de Eva pero al revés, lo envío al cielo, dónde no hay valles de lágrimas y todo son montañas de alegrías habitadas por seres felices.

Todavía,cuando ese momento de introspección me invade y me pierdo en los recuerdos o en los sueños, las palabras de mi abuela retumban desde el pasado y me hacen sonreír. 

Hace unos años, cuando mi abuela ya estaba viejecita, mi hija mayor que entonces tenía cinco años me dijo "mamá mira mamabuela que quieta está". Me giré para verla y me la encontré embobadita, sentada en su butaca a pocos metros, perdida en sus pensamientos, con sus ojos azules congelados y esa carita típica de quien está disparando santos al cielo mientras recuerda abrazos que no eran de su número.

Le dije a mi hija que fuera a buscar a la Pike, una perra con alergias que teníamos con la que practicábamos todas las maneras posibles de curación conocidas e inventadas. No había nada como llamarla para que se escondiese imaginando con que nuevo líquido pestoso la íbamos a embadurnar y cuanto tardaría ella en lamerlo todo para conservar su alergia invencible. Llamarla era una magia poderosa que la hacía invisible así que yo sabía que la niña tardaría.

Me acerqué a mi abuela y me senté en el brazo de su sillón, con cuidado para no asustarla le dije, mientras le daba un beso, que se le estaban yendo todos los santos al cielo, que guardase alguno para alguna emergencia.

Ella me miró enfocando poco a poco la mirada y dejó caer su cabecita en mi hombro que aún estaba cerca de ella. No dijo nada, ni yo tampoco, nos quedamos las dos así un ratito, calladas, pensativas, sin soledad, dejando el cariño flotar entre las dos mientras yo le hacía cariñitos en el pelito corto y pensaba como era bueno tenerla allí conmigo, en sus maravillosos flanes, sus cuentos, el papel de celofán azul que le puso a la televisión para protegernos la vista y tantas cosas buenas que siempre  me había dado.

Entre las cosas que, hasta hoy,  mezclo cuando mezclo cosas en mis momentos de pararme  y mirar hacia adentro, están los besos de mi quinto amor, los poemas sobre arpas, las risas de mis hijas, los mensajes de texto cachondos que me llaman a horas de fiesta, las tartas de cumpleaños, las canciones debajo del agua que mi hermana tenía que adivinar y claro, como no, los abrazos de mi abuela que siempre, siempre,  eran de mi número.

Isabel Salas

domingo, 25 de octubre de 2015

jueves, 1 de octubre de 2015

GUSTAVO

Lo voy a contar tal y como pasó, para que veas que increíble y sobre todo para que veas que suerte. No es que yo siempre tenga mucha suerte que digamos, pero esta vez sí. Te cuento. Sabes ese chico que te comenté que a veces él y yo, ya sabes...cuando encarta,  pues nos vemos y tal y lo pasamos bien. Nos entendemos  y no nos complicamos. Tenemos libertad los dos para hacer lo que queramos hacer con otras personas, y tampoco es que yo me vaya con cualquiera, dejemos eso claro, pero no hace falta que él sepa que es el único ¿ Comprendes?

No creo yo,  que yo sea la única con quien él anda, pero no quiero que él sepa que yo no salgo con otros,  se vaya a enfadar y piense que estoy colgada o enamorada o  que le voy a dar la lata o ponerme pesada.
No quiero eso.

Yo sé que si sigue saliendo conmigo es precisamente porque no soy coñazo, entiendes. Ni siquiera siempre que me llama le digo que sí...aunque me gustaría. Me gustaría poder decirle siempre sí, sin miedo que se espantara, pero le digo no para que esté tranquilo.
Contado así, parece raro, lo sé.

Pero es así que funciona la vida hoy en día. Si quieres tener a alguien no puedes presionar. Seguramente cualquier día llega una lagarta y sí que presiona y me lo quita y hasta se casa con él y será una pena, porque él no es hombre para casarse. Le gusta estar suelto, libre, hacer lo que quiere y que lo dejen en paz. Yo sería una buena esposa para él porque le dejaría hacer lo que quisiera, como hoy, pero él ni piensa en esa posibilidad ni hemos hablado de nada de eso.
Nunca.

Nos caemos bien, tenemos sexo, pero hablamos poco. La verdad casi no hablamos, no sé  nada de lo que hace, ni de sus amigos ni de su familia. Ahora que lo pienso, no sé ni siquiera que equipo le gusta, porque el fútbol le debe gustar, digo yo, pero contándote esto me estoy dando cuenta de lo poco que lo conozco. En fin, a lo que voy, hace unos ocho días estaba yo con esas ganas locas  de besos y de un poco de cariño y pensé en llamarlo, pero nunca lo hago, siempre espero que lo haga él, y nada, no decía nada. Le mandé mensajes telepáticos, pero no funcionaron. Esperé un par de horas y como no se me pasaban las ganas pues pensé que le podía mandar un mensaje que es menos serio que una llamada, porque una nunca sabe qué puede estar haciendo la persona cuando la llamas y si puede hablar o quedarse en una situación comprometida, así que decidí que un sms sería lo mejor. Una frase clara, corta y que pudiese responder rápidamente, pero que no se me notase el desespero aunque estaba desesperada. Quería que sonase poderosa, como de una mujer segura de sí misma y también que sonase así como exigente pero no a ultimátum. Muchas cosas al mismo tiempo para una frase tan corta, es verdad.

Salió así
"Te va a sorprender este sms, pero tenemos confianza para decirte que estoy con muchas ganas de unos besos y pasar un rato contigo. NO me va a gustar si me dices que no puedes. Si me dices que no, nunca más me hables porque te mando al carajo. Cansada de ti y de que te hagas el interesante. Enfadada de esperar que me llames y tú no dices nada, ni de quedar, ni si te gusto, nada. Estoy en casa, si en media hora no apareces, dispuesto a sexo salvaje, nunca más querré verte."
La verdad que salió todo lo contrario de lo que había planeado, eso lo reconozco. Tal vez más sincero, aunque  poco diplomático y casi una amenaza de la mafia sexual, pero eso no fue lo peor. 

Verás, con la vergüenza de la situación y la prisa, al poner destinatario, me equivoqué. Hay un amigo del trabajo que se llama igual y yo, tan gilipollas, se lo mandé al Gustavo que no era. Vaya mierda. Ni me di cuenta, pensé que estaba enviado correctamente al destinatario correcto y ni lo confirmé.

Estaba caliente, nerviosa, avergonzada, pensando que la había cagado y a punto de llorar. Sabes cuando te pones tan mal que te entran ganas de cortarte el pelo, aunque sean las puntas. Pues así. Eso es fatal, siempre que me corto el pelo estando de esa manera me arrepiento, por eso  decidí ducharme a ver si se me pasaba la calentura y de camino evitaba las tijeras y pasaba la media hora maldita para comprender que lo había perdido para siempre.

Cuando salí del baño atontada de los vapores casi se me había pasado el odio,  me puse una camiseta y con el pelo mojado me fui a la cocina a comer sin hambre. Cuando sonó el timbre yo estaba pelando un plátano, y me puse tan contenta pensando que era él, mi amante amoroso y dispuesto, que ni pensé en terminar de vestirme comprendes, porque ya  hay una confianza, y la verdad que tampoco caí.

Llegué corriendo a la puerta , la abrí super feliz, y allí estaba parado el tío que trabaja en recursos humanos, uno alto con el que yo podría haber hablado unas cinco veces en tres años y que un día que llovió y yo estaba sin coche, me había traído a mi casa. Ni me acordaba que se llamaba Gustavo ni entendía que rayos del infierno estaba haciendo en mi puerta.

Me quedé como sin habla comprendes, allí en pie mojada, medio desnuda, sin bragas ni falda, solo con la camiseta que mal tapaba lo mínimo, un plátano en una mano y la cara de idiota mayor que te puedas imaginar, como esperando a ver que decía aquel hombre y qué quería y que se explicase. Entonces él dijo:

- Estoy dispuesto.

Flipante, ¿ no?  Yo iba a contestar dispuesto a qué, pero entonces caí en la cuenta.
Gustavo Diaz R.H.. Me vino a la cabeza su nombre y su cargo y comprendí lo que pasaba al tercer beso. Porque mientras yo deducía lo que había pasado él ya había entrado, ya se había lanzado y me estaba metiendo mano super salvaje, justo como me lo estaba pidiendo el cuerpo desde hacía horas y exactamente como yo pedía en el sms.

Parecía tener nueve manos el tío, que eficacia, y yo no voy a decir que resistí, sería mentir. Lo pasé de puta madre, la verdad, aquel polvo inesperado con el Gustavo que no era mientras el Gustavo que era ni lo imaginaba me puso a mil por hora. Me sentí tan moderna, tan siglo XXI, que le saqué hasta la ultima gota al salvajismo aquel.

Resumiendo, que desde ese día en vez de un amante  con el que no hablo de fútbol, tengo dos. Que para más ventajas, los dos se llaman igual y puedo gritar el nombre sin temor a equivocarme ni ofender, que una cosa es que no haya amor y otra que llames a un tipo por el nombre de otro, que eso siempre da mal rollo, comprendes.

Lo que sí he hecho es poner en la agenda una A. de alto en el Gustavo alto y en el otro he puesto una M. de morenito, para no volver a meter la pata que esta vez he tenido suerte, pero ese tipo de cosas no pasan todos los días y no quiero que se joda nada.

Nada más que yo, que nunca en mi vida he estado mejor servida, no sé si me entiendes. Fíjate que el otro Gustavo llamó al día siguiente diciendo que estaba con ganas y yo pues le dije que también, y desde entonces los voy intercalando.

Para no ponerme pesada ni  cansar a ninguno de los dos, ni que se asusten, ni que crean que estoy enamorada. Ya te lo dije al principio, increíble todo esto, ¿ verdad?
Que suerte amiga.
Que suerte.

Esto es como un milagro, entiendes.

Isabel Salas

De mi libro @ El canario y la máquina de coser

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