miércoles, 21 de septiembre de 2016

ADIÓS



La A de adiós
ganó el concurso de nudos marineros,
y siempre,
entrena en mi garganta
cuando te vas.

Isabel Salas

jueves, 15 de septiembre de 2016

BATANIA, NEORRABIOSO.


Algunos escritores nos conquistan con una novela, con un poema o con una frase, otros con el conjunto de su obra, o con uno de sus personajes, una reflexión,  una mirada, una sonrisa en una entrevista o simplemente porque nos gustan y ya está, nos tocan, nos mueven, nos conmueven y se clavan en nosotros como un injerto de limonero.

Existe una extensa lista de escritores a los que amo y admiro, las dos cosas, porque me es imposible separar amor y admiración. Gracias a eso, disfruto el cariño que aprendí a sentir por todos ellos, por mi poeta de cabecera Francisco Alvarez Hidalgo o por Gloria Fuertes, la responsable directa de haberme enseñado a leer con lágrimas en los ojos. 

Por tantos otros como Stephen king, Lorca, Ken Follet, Carl Sagan, Rubén Darío o Asimov albergo esa mezcla bonita de sentimientos que los grandes lectores sentimos por los escritores que han poblado por décadas nuestras noches de lectura. Noches en las que la soledad no existía y la cama era nuestro universo particular, las estrellas eran historias, los planetas abrazos y el vacío total era la compañía completa;


Podría hablar de otros muchos escritor@s que me han marcado, pero hoy deseo compartir un poco sobre el último que ha entrado en mi corazón, lo ha tocado y allí está. Ha entrado por la puerta grande y siento que se quedará para siempre, como Isabel Allende, Machado, Jorge Amado, Miguel Hernández o Torrente Ballester.

Es un hombre y está vivo.

Quiero declarale mi amor, que es amor de lectora, sin coqueteos y sin faltarle al respeto. Es un cariño lleno de admiración por su talento y gratitud por las emociones que despierta en mí, sobre todo por hacerme recordar, una vez más, el privilegio inmenso que es amar la literatura en general y la poesía en particular.


Nunca he hablado con él, y él no sabe que existo, se llama Batania, firma como Neorrabioso y vive en Madrid. He visto su foto, he escuchado sus videos, he llorado, me he indignado, he sonreído, he imaginado su amor por esa mujer que lo entretiene a deshoras y estoy de acuerdo con él, el PNV manda en todos lados. Siempre lo sospeché y él, lo ha confirmado como lo confirma todo, con palabras sencillas llenas de caballos y contenedores de basura convertidos en viento para dar vida y hacer olas en el mar inmigrante de Madrid.

Con él he recordado porqué empecé a escribir y he sentido en la carne del alma lo fácil que es morir por falta de viento si eres caballo, canario o poeta.


Modestamente buscaba algo en sus letras para poder decirle un día, si mi plan funciona, que tenemos algo en común y debemos ser amigos. Encontré varios motivos, varios puntos de intersección menguante pero el más evidente y que más nos acerca es que yo también tengo cinco años siempre que nieva y eso apaga los kilómetros y convierte los contenedores en páginas de poemario que lo atraviesan todo y todo  lo juntan.

Te mando un abrazo Batania, y comparto en mi blog y con mis amigos el placer de haberte conocido y la alegría de saber que la poesía ha vuelto y la culpa no es tuya.

Isabel Salas


domingo, 11 de septiembre de 2016

POR SUPUESTO ERES TÚ.




Podría decirte que no eres tú, que soy yo. 

Decirte que nada hay en ti  que me impida quererte, que eres un hombre magnífico en todos los sentidos y que cualquier mujer estaría orgullosa de compartir su vida contigo. Podría decirte, incluso, que hay algo en mí que me impide quererte, que debo ser idiota porque otra explicación no tiene que yo deje  pasar esta oportunidad de oro que la vida me regala trayéndote hasta mí.

Podría decirlo y parecería verdad, pero una verdad hueca, simplemente una cascarita de verdad, frágil y llena de eco, pues la verdad maciza es que yo no tengo la culpa de no amarte y no sé por qué no puedo decirte que simplemente no te quiero sin temor, a que con más de cuarenta años, reacciones como un niño llorón y trates de hacer que yo me sienta mal por herir tus sentimientos.

Creo que si aún no aprendiste a  gestionar la realidad tienes un gran problema y se nota de lejos que estás acostumbrado a que tu mamaita y tus ex novias te adornen las verdades para que no sufra ese corazoncillo blandengue que tienes. Ese músculo tan poco apto para ir por el mundo como va un adulto, enfrentando las contrariedades de la vida sin hacer pucheros y sin poner cara de niño abandonado imitador del gato de Shrek.

Si yo fuera una ONG para pretendientes descartados te diría todo eso, y juraría que la culpa no es tuya, pero como no lo soy,  he decidido decirte la verdad y que es mejor que sufras del tirón todo el dolor de verte rechazado en un instante a que yo tenga que estar fingiendo que te quiero el resto del verano mientras sufro yo por tener que aguantarte.
Mejor dejarlo ahora que como aquel que dice acabamos de llegar y aún tenemos tiempo de pasar el resto de las vacaciones con alguien con quien tengamos más afinidades.

Tú búscate una Disney girl que necesite que le hablen de amor antes de  meterse en una cama para no sentirse una perdida con las culpabilidades consabidas, que a mí me duele la cabeza de escuchar tus tonterías románticas y empalagosas cuando los dos sabemos que dentro de unos meses ni sabremos quien somos, ni de donde venimos ni adónde vamos. 
Esas dudas eternas que inventaron los griegos y así nos va.

Yo me buscaré un  hombre que hable menos y haga más, menos llorón, más risueño y sobre todo  que me guste y me deje loca. pero no loca por correr en dirección contraria como me dejas tú.

Espero haberme explicado bien y que no queden dudas: La razón principal para no quererte, eres tú.

Y mejor no darle más vueltas.

No soy yo, eres tú.

Y tus circunstancias.
Aunque tienes unos dientes preciosos. Eso sí.

Isabel Salas







 




viernes, 9 de septiembre de 2016

MI ABUELA Y LAS TRES DIMENSIONES


Mi hija de ocho años se echa las manos a la cabeza al explicarle que cuando yo era pequeña, la tele era en blanco y negro.

Se ríe cuando le cuento que yo, acostumbrada a ver Bill Cosby de aquella manera, me crié pensando que los negros eran grises y que me llevé una gran sorpresa cuando descubrí que no. Que cuando llegó la tele en color fuimos a ver un programa de animales que se llamaba "El hombre y la tierra" a casa de un amigo de mi padre porque nosotros aún no la teníamos, y a seguir le hago un relato de los comentarios de las madres, la admiración de los padres y la unanimidad general al comprobar lo verde que se veían los árboles. 

Se descojona.


A ella, como a todos los niños actuales, le divierten las anécdotas y las tonterías que le narro de mi infancia pre-tecnológica. Me gusta divertirla con historietas y trato de explicarle como era la vida antes del móvil, la tableta, Internet, el Youtube o las teles de plasma. Y ahí está el punto al que voy. Las teles ahora vienen preparadas para 3D, y si tienes una de esas y te colocas las gafas de cartón con dos plásticos de colores, pues puedes ver las llamas de los incendios y casi tocar el culo de las cebras corriendo del león. 



Todo eso es muy divertido, pero nada comparado con el desafío de ver la tele a través de una hoja de papel de celofán azul.

Si, eso mismo. Si no tuviste la suerte de pasar por esa experiencia no puedes imaginarte como es, pero te lo voy a explicar ahora mismo. En mi familia esa novedad fue introducida por mi abuela materna. De dónde ella sacó la inspiración para tal artimaña o en que fundamento científico estaba basado el acto en sí, yo nunca lo supe y si me enteré, se me ha olvidado con otros traumas.


El caso es que cuando yo tenía más o menos seis o siete años, un día apareció de pronto delante de la pantalla del televisor una hoja de papel celofán azul que no se caía porque estaba estratégicamente pisada con una virgen de Fátima y una familia de elefantes que iba de mayor a menor en fila cumpliendo la misión gloriosa de mantenerla en su lugar. Recuerdo que mi abuela dijo que era para proteger la vista y nadie lo discutió. Allí se quedó la hoja no recuerdo cuanto tiempo, si fueron meses o años. 



Me pareció mucho . Nunca supe tampoco exactamente que es lo que mi abuela consideraba ser malo para vista, porque ver cualquier programa a través de aquella hoja era difícil y dolían los ojos, recuerdo haberlo comentado alguna vez y su respuesta:

- Imagínate sin la hoja. Dolería más.

Desde luego.


La cosa es que en casa de otras personas nadie puso la hoja protectora y yo siempre tan consecuente llegué a la única conclusión lógica: la tele de mi abuela era peligrosa para la vista, las otras no. Ni se me pasó por la cabeza que aquello fuera un error de mi abuela. 

Piensa en una niña que amase a su abuela, esa era yo.

Ella se llamaba Mari Tere, nos contaba historias, nos amaba, nos hacía flanes maravillosos que se deshacían en la boca y sobre todo, y hablo por mí, me hacía sentir la nieta más especial del mundo. Si ella decía que mirar la tele sin el papel celofán era malo para la vista pues se miraba la tele a través de él y ya está. Yo era feliz en mi mundo sin dudas y la verdad es que mis ojos han sufrido mucho más a lo largo de los años con cosas mucho mas graves. Y sin celofanes azules o de cualquier color que mitigaran los efectos devastadores de tantos desmanes.


Hace unos días comentando con un amigo lo increíble que son las nuevas teles 3D me vino a la cabeza aquella imagen de la tele de mi abuela y pensé que por poco no inventa ella sola y cuarenta años antes esa gran novedad.

Sólo le faltó la hoja roja. 



Me entró la risa pero no pude contárselo porque sabía que si empezaba no podría parar de reír.  O de llorar, recordando a mi abuela amada, generosa, buena, valiente e innovadora.

Uno de los pilares de mi vida hasta hoy.

Uno de mis amores más bonitos.
Amor de abuela, amor de nieta.

Por eso, para hablar de ella...mejor por escrito, de lejos y sin celofanes. Cuando nadie me ve.

Isabel  Salas


Del libro @El canario y la máquina de coser, 2015