martes, 13 de junio de 2017

HIRVIENDO


Antes de escribir siento como las palabras dentro de mí se ponen a hervir.


Primero son caballos de letras que galopan en mi pecho y se agrupan poco a poco en sílabas, palabras o frases. Enseguida noto como mi corazón se acelera y se acompasa a ese trote cada vez más tambor que me paraliza  por fuera y me llena de ruidos y movimientos por dentro.


Parezco embobada, quieta...tal vez esa mirada perdida haga parecer que estoy desconectada, pero nada más lejos, en esos momentos estoy completamente enganchada al vendaval interno que me arrastra con él. Nace entonces la necesidad de escribir sobre algo que me molesta, o me gusta, sobre alguna boca de hombre de esas que he besado o mordido, sobre el futuro que sueño o el pasado que me invade y me salva como una yedra amiga que sujeta mis piedras para que yo consiga respirar sin desmontarme... o tal vez solamente escribir una frase que sea un libro entero el día en el que broten todas las otras frases que se necesitan para rellenar un libro de caballos.


Mis palabras dejan de trotar y se convierten en bolitas de agua como las que hierven en el fondo de la olla antes de convertirse en café y empiezan a quemar el alma inmortal que inventamos hace miles de años para que llore ella por las cosas que jamás deberían herirnos pero que ya lo hicieron.

Y mi alma, cuando hierve, sólo puede apagarse de dos formas, ardiendo entre los brazos del ser amado hasta el agotamiento o escribiendo.

Seres amados, no digo yo que falten, pero no siempre sé donde los puse, sin embargo escribir... está siempre a la mano. Puedo hacerlo con hambre, con amor, con hastío, puedo hacerlo sentada, a la luz de la luna o con los pies clavados en el agua del río. Escribo porque escribo, como respiro o cuento mariposas, porque es así que puedo organizar, perdonar, entender, olvidar y amar todas las cosas.

Agua caliente, versos valientes y muchos caballos salpicando en mi pecho palabras y canciones.

Lágrimas hirviendo en la olla del alma.

Escribir como un rito, como la forma bella de transformar un grito en un suave poema.


Isabel Salas